’21 Días’ es un programa que me gusta, y antes de que comenzase esta segunda temporada del mismo me preguntaba qué nuevos retos asumiría Samantha Villar, y reflexionaba sobre lo difícil que lo tenía para sorprendernos.
Pues bien, el pasado viernes tuvo lugar la primera entrega de esta segunda tanda, y he de decir que el programa me pareció un poco flojo.
La causa: el tema. ’21 Días: viviendo la crisis’ es una nueva edición dedicada a la pobreza, la carencia y la necesidad. Y cuando ya has mostrado esos temas a través de la indigencia, el chabolismo y la inmigración ilegal, el tema de las familias desempleadas sabe a más de lo mismo, o incluso “sabe a poco”. No quiero decir que no sea grave, pero vistos ya otros más duros no le veo el sentido de hacer algo que no llega al listón ya marcado.
Además influyó también en mí ciertas opiniones que pueda tener al respecto. No entiendo cómo puedes vivir a lo chabolista y tener una tele de plasma, o como una familia entera está sin trabajo y no coge un trabajo, por malo y mal pagado que sea, que Samantha consigue en un momento… Pero bueno, estas opiniones no vienen muy al caso en materia televisiva.
El caso es que a estos ’21 días’ le faltó un poco de drama, de mostrar una realidad más inédita en lugar de algo tan visto en ‘Callejeros’, ‘Comando actualidad’ y similares, y sobre todo encontrar un tema más llamativo que suponga un paso adelante y no hacia atrás.
Aún así, el programa me sigue pareciendo entretenido, distinto, y me sigue gustando la impronta que Samantha le da a su programa.
Yo no voy a entrar en el debate ese que hay sobre si lo que hace Samantha es periodismo, serio o no, o si el programa es más bien un reality. Supongo que es un híbrido, pero poco me importa, lo que me importa es que me entretiene y me gusta su formato, cómo Samantha narra sus experiencias, independientemente de lo fiable o verídicas que puedan ser.
Uno de los elementos que más me gustan del programa es precisamente ella, su forma de ser. Samantha da esa sensación de chica bien, un poco pija, que nunca se haya tenido que enfrentar a grandes dificultades. Y ese punto “pez fuera del agua” es el que hace más creíble que todos nos podamos poner en la piel de lo que está retratando, mejor que si el protagonista fuese una persona más curtida.
Y como siempre, al final del programa, Samantha comentó cual será su próxima aventura. Vivirá una vida de lujo durante 21 días. Se agradece el cambio radical de registro, de pobres a ricos de un programa a otro, al menos es distinto. Eso sí, los temas cómo este resultan curiosos pero no impacta tanto como los que presentan grandes dramas, y tenemos como ejemplo el que se dedicó al culto al cuerpo, que estuvo bien pero no tuvo esos momentos de congoja como pudo tener el de las chabolas.
Por cierto, el programa no sólo ha empezado flojito, según mi opinión, en cuanto a contenidos sino que además los datos de audiencia también fueron flojos. El programa fue visto por 1.453.000 espectadores, lo que supuso un 11,6% de share, lo cual está más que bien para Cuatro. Pero si comparamos este dato con otros anteriores (el de la chabola llegó al 19,4%) sí que es un dato flojo, de hecho, el de esta semana fue su mínimo histórico.
Veremos a ver si el de los ricos y los sucesivos mejoran en contenidos y audiencia.
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